martes, 2 de noviembre de 2021

JAZZ

"El jazz comenzó en Nueva Orleans", opinaba solemnemente Jelly Roll Morton (c.1890-1941) en su autobiografía de de 1938 para la Biblioteca del Congreso. El jazz eclosionaba en muchos lugares de América: una nueva ola de sonidos musicales cristalizaba a partir de canciones afroamericanas de ragtime y blues de principios de siglo, llegando al centro de Estados Unidos, pero en Nueva Orleans, la música se alimentaba de la vibrante cultura de diversas nacionalidades y grupos étnicos.

Nueva Orleans fue el nexo de esta génesis. Un crisol cultural donde gente de todas las nacionalidades vivía puerta con puerta, una de las ciudades más ricas y cosmopolitas a principios del siglo XIX. Fue en esta sociedad integradora donde las melodías caribeñas empezaron a mezclarse con los ritmos africanos traídos por los esclavos y con las melodías clásicas occidentales traídas por los criollos (hijos de padres blancos y mujeres negras).

La mayoría de estos músicos criollos, quienes se identificaban con sus ancestros europeos y no con los africanos, tenían formación clásica. A la mezcla se añadieron canciones de minstrel y cantos de los trabajadores de las plantaciones, junto con la música espiritual y el sonido constante de las bandas de viento que actuaban en las bodas, picnics y funerales de Nueva Orleans, así como en las seis u ocho semanas que duraba el carnaval antes de la celebración de Mardi Gras. Este increíble mejunje musical cuajaría a finales del siglo XIX

En 1896, una decisión histórica de la Corte Suprema de Estados Unidos cambiaría el panorama musical de Nueva Orleans para siempre. La ley de "separados pero iguales" institucionalizó la segregación entre las razas, forzando a los músicos criollos a introducirse en la comunidad negra, donde mezclaron su dominio técnico de varios instrumentos con la música influida por el blues de las bandas negras. Juntos crearon una música que empezó a emerger en el amanecer del nuevo siglo XX.

A veces más allá del ragtime o del blues, se llamó inicialmente "hot music" ("música caliente") para denotar su naturaleza fogosa, y más tarde fue remombrada como "jass" (un nombre que provenía del perfume a jazmín que solían preferir las prostitutas del Storyville). Hacia 1907, más o menos cuando el pianista y compositor Jelly Roll Morton empezó a mezclar el ragtime con las canciones de minstrel, los ritmos de blues y los bailes caribeños de La Habana, el término se había transformado ya en "jazz".

Mentores muy cualificados, como el "profesor" James Humphrey (1861-1937), de la plantación Magnolia, el violinista y trompetista criollo Peter Bocage (1887-1967), de la famosa banda de baile de Armand J. Piron, o el multiinstrumentista Manuel Manetta (1889-1969), enseñaron a generaciones de músicos afroamericanos de Nueva Orleans, incluidos los talentosos hijos de Humphrey, Percy (trompetista) y Willie (clarinete).


Otros músicos enseñaban a jóvenes discípulos, como el virtuoso de la corneta Joe "King" Oliver (1885-1938), que encontró en Louis Armstrong (1910-1971) un alumno extraordinario, llevándolo con él a las grandes correrías de los años veinte en Chicago. A través de su larga e impresionante carrera como músico de renombre mundial, Armstrong reconocía en todo momento su deuda con Oliver y otros pioneros del jazz.

En los años veinte, con numerosas figuras del jazz emigrando al norte, el epicentro musical se desplazó desde Nueva Orleans a Chicago. Uno de los motivos de este éxodo masivo de músicos pioneros desde Crescent City fue el cierre oficial de Storyville, el distrito más bohemio de Nueva Orleans, en 1917, en un intento por controlar la prostitución.

El gigante del clarinete Sidney Bechet (1897-1959) fue uno de los primeros en dejar Nueva Orleans y dirigirse al norte. En 1917, justo cuando las restrictivas leyes sobre el vicio comenzaban a aparecer en Nueva Orleans, se largó para ofrecer una gira relámpago por el Medio Oeste, terminando en Chicago en noviembre del mismo año. Mientras, el trombonista y respetado líder de banda Edward "Kid" Ory (1886-1973) se fue al oeste en 1919 y terminó en Los Ángeles, donde dirigió al primer grupo afroamericano de Nueva Orleans que hizo una grabación, en 1922. El cornetista Joseph "King" Oliver abandonó Chicago en febrero de 1919, seguido en 1923 por Jelly Roll Morton, convirtiéndose ambos en figuras clave de la escena jazzística de Nueva York.

Al final de los años veinte, el epicentro del jazz se había vuelto a trasladar; desde Chicago a Nueva York, allí, Duke Ellington (1899-1974) lideraba el cotarro con su sofisticada Cotton Club Orchestra, mientras que Armstrong y Bix Beiderbecke (1903-1931) estaban allanando el terreno para incipientes trompetistas como Jabbo Smith (1908-1991), Henry "Red" Allen (1907-1967), Jimmy McPartland (1907-1991) y Red Nichols (1905-1965). 

El crack de la bolsa del 29 de octubre de 1929 señala de forma simbólica el fin de la ilusionante, alocada e irresponsable "Era del jazz". A medida que la Gran Depresión tomaba forma, los estadounidenses recurrirían a los bailes con música swing para curar sus heridas. Mientras que Ellington y Armstrong eran los adalides de la transición del jazz clásico hacia la nueva "Era del Swing", otros como Jelly Roll Morton, King Oliver o Kid Ory caerían en el olvido en los años treinta, percibiéndose su jazz de Nueva Orleans como algo demasiado arcaico y ajado para la nueva generación del swing.

La evolución del jazz en los años treinta fue espectacular, fruto del progreso del virtuosismo instrumental. Armstrong abandonó el blues para medirse con el más desafiante mundo de la música popular. Los mejores intérpretes jóvenes, temerosos antes por la habilidad de Armstrong, la dominaron rápidamente y la extendieron. Con la gama que ofrecían las notas altas, las notas rápidas y fluidas persiguiendo ideas aún más atrevidas se convirtieron en algo habitual. Roy Eldridge (1911-1989) y Harry James (1916-1983) mostraron que se podía conseguir una voz original y moderna siguiendo el modelo de Armstrong y llevándolo a nuevas fronteras.


Cuando Benny Goodman (1909-1986) combinó su virtuoso clarinete con la habilidad de Fletcher Henderson (1897-1952) como arreglista, el jazz de big band pasó a tener un papel principal en la música popular de finales de los años treinta.

Las big bands eran importantes desde el final de la Primera Guerra Mundial, pero, excepto las que lideraban Duke Ellington (1899-1974), Henderson, Earl Hines (1903-1983) y algún otro, la mayoría eran bandas de blancos dirigidas por animadores que si tocaban algún instrumento era de forma anecdótica.

Goodman cambió eso. En 1939 había allanado el camino para una procesión incesante de líderes de banda virtuosos. Entre ellos Artie Shaw (1910-2004), Count Basie (1904-1984), Tommy Dorsey (1905-1956), Chick Webb (1909-1939), Woody Herman (1913-1987), Teddy Wilson, Glenn Miller (1904-1944) y otros brillantes intérpretes cuyos nombres se grabarían con letras de oro en los anales de la década.

Mientras las grandes formaciones de swing llegaban a las masas, la autoproclamada élite del jazz se mantenía aparte, rechazando a las big bands como una distorsión comercial, afirmando que el auténtico jazz era improvisado y en pequeños grupos, cuyas raíces se remontaban a finales de los años veinte.

Los años cuarenta sumieron al mundo en una guerra que fue un cataclismo que dejó cicatrices en todos los aspectos de la vida y que provocó precipitados cambios en todo el mundo. El jazz también se vio afectado; la década vio el declinar de las bandas de swing y el nacimiento de un nuevo estilo, el bebop.

Si el swing fue el rey en los años treinta, cuando la animada música de las big bands era un antídoto a las miserias de la Gran Depresión, el cambio generado por la economía de los tiempos de guerra hizo un flaco favor a las big bands, aunque algunas mantuvieron su popularidad durante los cuarenta, y directores como Woody Herman (1913-1987), Benny Goodman (1906-1986), Glenn Miller, Stan Kenton (1911-1979) y Harry James (1916-1983) siguieron siendo estrellas, otras en cambio sufrieron la crisis, caso de Duke Ellington o Count Basie.

La pérdida de músicos, el cierre de salas de baile, la prohibición de la American Federation of Musicians para grabar entre 1942 y 1943, las dificultades para producir discos por las carencias económicas y los crecientes problemas de transporte, hicieron que las big bands fueran menos viables económicamente a medida que progresaba la década.

En la cima de la Era Swing los cantantes eran una parte más de las big bands, pero la década de los cuarenta vio la evolución del cantante hasta ser un fenómeno por sí mismo, ejemplificado por gente como Bing Crosby, Frank Sinatra (1915-1998), Nat "King" Cole (1917-1965), Ella Fitzgerald (1917-1996), Sarah Vaughan (1924-1990), Dinah Washington (1924-1963) y Billie Holiday (1915-1959), figuras que allanaron el camino para el auge de los astros del pop moderno.

El bebop marca el fin del swing, pero esta nueva música era esencialmente una evolución del swing más que una partida revolucionaria. Lester Young (1909-1959), Coleman Hawkins (1904-1969), Ben Webster (1909-1973), Art Tatum (1909-1956), Jimmy Blanton y muchos otros habían preparado ya el camino para la nueva manera de pensar en la armonía y en el ritmo que sería parte fundamental del bebop. Charlie Parker (1920-1955) y Dizzy Gillespie (1917-1993) lideraron el movimiento, lanzando nuevos sonidos y cimentando el rol del solista e improvisador virtuoso.

El final de la década vio también los primeros coletazos de otra evolución que jugaría un papel fundamental en los años cincuenta. Con Miles Davis (1926-1991) a la cabeza, el "Cool Jazz" ("jazz frío") tomó un enfoque alternativo del bebop, usando cuidadosos arreglos de gente como Gerry Mulligan (1927-1996) y Gil Evans (1912-1988), en un estilo menos frenético que el hard bob, que se convirtió en la forma comercial del jazz en los cincuenta, con Art Blakey (1919-1990) y Horace Silver (1928) a la cabeza. 

A finales de los cincuenta, el registro limitado del hard bop llevó a sus músicos a tomar orientaciones más experimentales. La aparición de Cecil Taylor (1929) y Ornette Coleman (1930) en Nueva York en 1959 fueron puntos de inflexión en el cambio al free jazz de los sesenta.